jueves, 10 de junio de 2010

La nada y el no

“Carencia absoluta es la nada”, interrumpía mi padre cuando uno de sus hijos pronunciaba expresiones como “no sé nada, no me gusta nada, no quiero nada…”, y seguía explicando, “si niegas saber (gustar, querer) nada afirmas su antónimo”.

Entonces, dime, hijo, ¿cuál es el antónimo de nada? ¿no es todo?

Un día, uno de nosotros le preguntó si la afirmación del antónimo no era una interpretación extremista. Tras argumentos usando matemáticas de conjunto, aceptó una modificación interpretativa del significado de negar la nada (uno de los elementos del conjunto) en el sentido de existir la posibilidad de afirmar algo diferente (cualquiera otro de los elementos del conjunto) en vez del antónimo de carencia absoluta; es decir, aceptó la expresión como equivalente a afirmar cualquier entidad o subconjunto propio del conjunto evaluado, excepto el conjunto vacío (la nada), aunque sí incluyendo el antónimo.

Se convirtió así la negación de la nada en afirmación de cualquiera cosa diferente al significado de carencia absoluta que se pretende comunicar.

Por eso nuestra conversación tenía que acudir mnemotécnicamente a la simbología lingüística guardada por nuestro cerebro para la captación de significados en el lenguaje coloquial, porque es fácil para los demás captar correctamente, al menos ese fue el argumento que nos convenció de ejecutar el cambio, nuesstros significados por los ajustes que tuvimos que hacer a nuestro léxico.

Nuestras expresiones sustituyeron el no nada por simplemente nada y cambiamos de posición en la frase la conjugación verbal, por ejemplo, no sé nada por nada sé.

De esa forma tuvimos que estar siempre en guardia de que se entendiera la semántica de nuestras expresiones y se infiriera que la negación de la nada no tenía el mismo significado que la afirmación de ésta, pues dejábamos a la capacidad de análisis e inferencia del interlocutor, y su voluntad, la posibilidad de lograr un apoyo para algo no solo semánticamente importante, sino también en la comprensión del lenguaje coloquial, algo que a mis casi 71 años de edad todavía conservo como por lograr, en un mundo en donde éste se impone.

Mientras estudiaba en Monterrey, México, durante el primer quinquenio de la década de 1960, noté que los mexicanos, los regiomontanos cuando menos, preferían que el interlocutor infiriera de sus expresiones la negación, cuyo aprendizaje nos ocasionó, a mí y mi esposa, el enojo del primer matrimonio de que fuimos amigos.

Invité a mi único compañero de estudios como yo casado, a cenar con nosotros "el próximo sábado". Le alegró la invitación y la aceptó. Me dijo: “nomás que yo puedo estar en tu casa hasta las ocho pm”. No importa, le dije, está bien, los esperamos.
Mi esposa y yo preparamos platos de la cocina regional dominica y nos afanamos para que estuvieran listos para las seis de la tarde, de manera que los amigos pudieran disfrutarlos antes de su avisada partida a las ocho a cumplir sus compromisos.

Pasó el tiempo y los amigos no llegaron. A las ocho y media nos fuimos al cine que quedaba cerca de nuestra dirección, a disfrutar una película muy popular. Allí cenamos, deglutiendo numerosos y sabrosos platillos mexicanos.

Cuando volví a ver el amigo, el próximo martes, le pregunté si se había olvidado de la invitación. Me dijo, algo enojado, que no, pero que cuando él y su esposa llegaron a la dirección que le di, nosotros no estábamos en la casa, y que él me había dicho que llegarían a las ocho pm y que eso en México significa puntualidad mexicana, o sea, tiempo aproximado. Le respondí que yo había interpretado su información en el sentido de que a esa hora tendrían que irse de mi casa a cumplir compromiso contraído previamente.

Nosotros estaremos en tu casa hasta las ocho, para nosotros, dominicanos, expresa el momento de partir, para el mexicano el de llegar. Le dije a mi amigo que habría entendido su mensaje si no hubiera eliminado dos palabras que faltan en la expresión. Nosotros NO estaremos en tu casa SINO hasta las ocho, o usar la preposición DESDE en vez de HASTA.

Como aceptar mi explicación le habría implicado también aceptar que los que se comen las eses pueden conocer mejor el idioma, solo mantuvimos en lo adelante relaciones de compañeros de estudio.

Y dizque hablamos el mismo idioma.

Marcos R. Taveras es Consultor Empresarial
http://www.scribd.com/doc/32178802/La-nada-y-el-no
marataveras@gmail.com

No hay comentarios: