miércoles, 16 de junio de 2010

Para cuando muera

Mi vida peregrina siempre en búsqueda de la felicidad me ha llevado a ver lugares hermosos, a conocer culturas sorprendentes, a entender luchas, a percibir ideales, a entregar y recibir amor. A comprender sin ser comprendido.

Lo último tengo que explicarlo para que que puedan ser testigos mis lectores. Me he casado cuatro veces y en cada ocasión he sido bendecido con al menos un descendiente. De Nelsy Espínola son (1)Nelson Iván, (2)Raquel Yvette y (2)Nelsy Virginia; de Ruth M. Sánchez son (4)Marcos José, (5)Marcos Ramón, (6)Marcos Miguel, (7)Hugo Daniel y (8)Marcos Issael; de María Antonia Rossi es (9)Francisco Ernesto y, de María Dolores Rossi son (10)Fabio Thomás y (11)Hilda Sophía. En total, once vástagos.

Se convierte así esto en escrito de últimos deseos; es decir, en testamento público de esperanza después de mi muerte, que hago con apego a la legislación dominicana.

Soy propietario pagado de los siguientes bienes raíces. (1)solar en El Higo, Boca Chica, de 12 mil metros cuadrados, (2)solar en Urbanización Cuesta Brava, de 1,323 metros cuadrados, (3)parcela en Básima de 40 tareas, aproximadamente, y (4)edificación que ha sido mi hogar desde mayo de 1982, en la Urbanización Juan Pablo Duarte, Cancino, Santo Domingo Este.

De mis hijos, solo los tres últimos, Francisco Ernesto, Fabio Thomás e Hilda Sophía conviven conmigo en nuestra vivienda-hogar, junto con María Dolores Rossis Ruiz, mi consorte desde hace casi doce años, quienes han sido beneficiados de una unión de amor, de guía, honestidad, decencia y respeto.

Mi principal interés en este artículo es presentar argumento para mis hijos menores y mi esposa, que les evite a mi muerte un desalojo de mis propiedades argumentando asuntos de herencia, porque es mi deseo que los tres últimos hijos y mi esposa actual puedan vivir el resto de sus vidas como propietarios conjuntos del bien numerado (4) en la lista de mis bienes raíces, de manera que así se pueda cancelarse cualquiera conspiración que tenga por objeto la adopción de cualquiera de mis últimos tres niños por parte de persona alguna.

Escribí hace mucho tiempo que mis hijos son la luz de mi vida. Desafortunadamente parece que para pocos de ellos tengo luz para iluminar, y eso duele mucho. Por sus triunfos debo felicitarlos, pues de tales me siento orgulloso. Pero de su olvido solo siento dolor. Por eso pedí a mi esposa que cuando muera no le avise a ninguno.

Sé que usted, lector, encontrará extraña esta comunicación. Así de extraña la sentiría yo si no me hubiera encontrado en mi vida con diferencias en torno a propiedades no heredadas todavía que yo he encontrado en la mía como argumento de propiedad por parte de mis propios hijos.

De acuerdo a eso, ni siquiera podría yo habitar mi propio hogar.

Marcos R. Taveras es consultor privado
marataveras@hotmail.es

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