El hombre incorpora a su esencia contradicciones importantes que va aprendiendo a manejar sin tener que acudir a procesos dolorosos. Desde el inicio de su desarrollo va actuando roles cuyos parlamentos memoriza o diseña, e internaliza en términos de valores, actitudes y conducta, que convierte en argumentos para responder la temática de su vida.
Ejecuta desde niño, múltiples roles. Hijo, estudiante, atrevido, sumiso, héroe, innovador, revoltoso, que va enriqueciendo, consolidando, o abandonando en la medida en que sus vivencias lo exijan, hasta llegar a la asunción de roles de más permanencia durante la adultez, cuando actúa los de padre, maestro, abogado, carpintero, policía, político, ciudadano…
Muchas de las prescripciones de rol que hace suyas el individuo son contradictorias entre sí. Así, por ejemplo, las prescripción del rol hijo podría contener elementos contrapuestos a las del rol padre, especialmente si al asumir el nuevo rol, el de padre, toma como referente la conducta del suyo para con él, sin considerar la información que conserva del desempeño de su rol como hijo, hasta cuando, si tiene la suerte de notarlo, se da cuenta de que debe tratar de averiguar la razón por la cual sus hijos no exhiben el comportamiento que de ellos espera.
Esa discrepancia, evento de disonancia cognitiva, lo insta a resolver la incomodidad. Entonces recuerda sus quejas de niño para con la forma de crianza de su padre. Por ello realiza cambios en el papel de padre y, cambiando las prescripciones del rol, consigue con su nueva actuación modificar la conducta de los hijos, luego de modificar la suya.
Nuestros políticos, como cualquiera persona, también asumen roles contradictorios durante su vida, pero en el desempeño del rol de político no evidencian crecimiento interno que les permita modificar las prescripciones del rol y mucho menos desarrollar actuaciones en concordancia con la percepción por parte de la ciudadanía del rol de político.
Para nuestros líderes políticos que no han logrado ningún tipo de fidelidad por parte de los votantes, debería parecer obvio que sus actuaciones de rol--sus desempeños como políticos--son malas, pues cuando finaliza la obra de su teatro la audiencia en vez de aplaudir los abuchea. Ellos oyen estupefactos la reacción pública a su pésima actuación y, en vez de determinar las fallas suyas como protagonistas del espectáculo, solo atinan a culpar a quienes recibieron aplausos.
Señores políticos, ganadores o perdedores. Ustedes están abocados a redefinir todo el teatro, desde el principio, de manera que puedan montan obras para satisfacer las exigencias de la audiencia que, en última instancia, está compuesta de quienes los financian, los mantienen, los apoyan, los defienden y, a veces, hasta pierden la vida por creer en ustedes.
Talvez, ustedes que gustan tanto de la palabra consenso, puedan lograrlo para con las prescripciones del rol de político, así como respecto de normas de respeto y convivencia para actuar tal rol.
Marcos R. Taveras es consultor empresarial
marataveras@gmmail.com
jueves, 10 de junio de 2010
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