jueves, 10 de junio de 2010

Carta de un padre muerto

Perdona, mi hija, no haberte guiado. Mucho te amé, pero siempre supe que la guía familiar es la madre, aunque a mí me guió mi padre.
Ahora que conozco mis errores puedo ser mejor consejero. Por eso te escribo desde el limbo, donde estoy, para decirte lo que debí inculcarte desde niña.
Siempre supe que eras persona excepcional y confiaba que podrías sacar de los errores enseñanzas para normar tu vida y la de la familia que habrías de tener para criar, proteger y educar, porque la sociedad solo puede ser mejor cuando hay conciencia de la importancia que tiene el hogar en la formación de hijos, nuestros sustitutos como ciudadanos, para que internalicen valores sociales y éticos, y siempre pensaba que eres capaz de hacerlo.
La sociedad en que me crié me hizo creer que la violencia era la solución de todo con la perenne guerra contra cualquiera cosa. Por eso, había que extirpar de un zarpazo a opositores, no conformistas, delincuentes, criminales, y hacer culpables de nuestros errores a lacras de antisociales que eran tales solo por ser diferentes a nosotros.
Ahora que solo puedo observar me he dado cuenta de que las cosas en que basaba mi vida, todos esos valores en que creía, de nada te sirven, pues ahora sé que la violencia solo genera venganza, que el odio solo genera odio, que el castigo solo produce resquemor y venganza, que el desamor solo conduce al olvido y a la desconsideración.
Aprendí ahora que la buena guía se funda en el amor y la comprensión, que el cariño se expresa en consejos y entendimientos, que cada persona aprende cuando infante un idioma suyo que los padres tienen que aprender y comprender para poder comunicarse, que vociferar una orden hace solo logra su rechazo y, como no se internaliza siempre es violada, que esas clases de intercambios transforman el alma libre incultivada, capaz de aprender amor, entender normas e internalizarlas, en vocera de odio y venganza.
Todo cuanto menciono arriba es parte de la conducta que se exhibe diariamente en tu hogar. Eso no solo me preocupa sino que me hace sentir culpable. Me hiere esa culpabilidad de mi descuido como el guía que no fui, a pesar de haber recibido mis valores de mi padre.
Así que desde donde ahora estoy ahora pretendo entregarte estos consejos para que procures cambiar las relaciones en tu hogar y así logres entregar a la sociedad buenos ciudadanos.
Hijos tuyos capaces de hacer aportes a la sociedad, sean científicos, literarios, artísticos, sociales u otro género, respetuosos del derecho de los demás, sin odio étnico, que funden en el amor y la comprensión sus relaciones con los demás.
Para lograrlo, en tu rol de guía tienes que ser dulce, amorosa y comprensiva, pero firme para que pueda percibirse el orden que enmarcan los consejos y el desvalor de las desviaciones. No debes jamás recurrir a órdenes vociferadas sino a instrucciones bien explicadas, pues de lo contrario, habrás conseguido convertir en adversario a quien necesitas tener de aliado eterno.
No escatimes amor, ni tiempo, ni dedicación, para hacer comprender tu objetivo. No olvides que tus hijos deben desarrollar sus capacidades para hacer mejor que tú sus roles en la compleja sociedad que se avecina.
Espero, mi hija que perdones mi falta. Yo te pido un perdón que espero no tengas tú la necesidad de solicitarle a los miembros del hogar tuyo.

Marcos R. Taveras es consultor empresarial
marataveras@gmail.com

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